¿Existe la realidad?

A lo largo de la Historia, tanto de la humanidad como de la filosofía, ha imperado una idea: la de la realidad. Siempre hemos pensado en la existencia de una verdad absoluta, que en parte, aunque no completamente podemos percibir. Siempre nos preguntamos cosas como ¿qué es LO correcto?, ¿qué ha pasado EN REALIDAD?, etc. Siempre hemos tenido la idea de que por una parte valores éticos como el bien, el mal, y por otras magnitudes físicas como el tiempo, el espacio, eran absolutas, y que la labor de un buen ciudadano o de un buen científico era encontrar estas verdades absolutas y obrar en consecuencia. Desde Platón hasta Hume, pasando por Descartes o Aristóteles, todos creen en la existencia de un Mundo de donde proviene todo, bien sean ideas, impresiones u otra cosa. Pero, ¿existe lo que llamamos realidad?

Un argumento a favor de la existencia lo encontramos en nuestra experiencia diaria: si hay por ejemplo una tormenta eléctrica vemos los rayos y oímos los relámpagos. Si le preguntamos a un amigo que viva en otra parte de la ciudad nos contará que, igual que nosotros, él es también capaz de ver y oír la tormenta. Asumimos, por tanto, que aunque puede que haya habido diferencias entre lo que hemos percibido mi amigo y yo, lo que es seguro es que realmente ha habido un fenómeno, al que nosotros llamamos tormenta.
Sin embargo, ¿hasta qué punto es cierto esto? Al igual que ciertas ideas como un espacio y un tiempo absolutos quedaron descartadas de mano del científico Einstein, ¿no es posible que ideas como la de realidad también lo queden?
Uno de los problemas de la filosofía es que no son fuente de conocimiento seguro, ni siquiera a veces de conocimiento comprobable o siquiera fiable. Al igual que las matemáticas, la filosofía toma ciertas afirmaciones como verdaderas, pero la filosofía no necesita ni de la demostración ni de la comprobación para avanzar. Esto, aunque parezca una debilidad, y en cierto modo, lo es, le proporciona una flexibilidad vital a la filosofía. Sin esta flexibilidad sería imposible cualquier avance significativo. Podríamos por ejemplo preguntarnos: ¿Existen en verdad el resto de personas? ¿Es posible que solo exista yo y que el resto de personas sean una pura invención? Hacerse todas estas reflexiones es en verdad filosofar, pero no nos podemos quedar ahí. Un buen filósofo es el que se hace estas preguntas, se las plantea, es el que en definitiva se plantea las cosas que siempre ha dado por sentado: sus creencias, su modo de vida, pero asumiendo que la mayoría de estas preguntas van a llevarle de cara contra un muro. Hume o Kant, por ejemplo, sostenían que aunque es imposible demostrar la existencia o la no existencia de Dios, del Yo o de otras ideas como el alma, la libertad, el Mundo..., es necesario a veces, una vez demostrada nuestra imposibilidad de conocerlas, postularlas como verdaderas para poder vivir nuestra vida.
En resumen, volviendo a nuestra pregunta ¿existe la realidad? A esta pregunta la filosofía no puede darnos una respuesta satisfactoria. Sin embargo, debemos postularla en ocasiones como verdadera para poder, en definitiva, seguir con la filosofía.

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